lunes, 23 de febrero de 2009

Expedición COLOR PÁRAMO 2009

En homenaje a un activista:
Hay momentos que son inevitables, algunos se precipitan en la mano del hombre fuerte, inconsciente, cobarde y peligroso, todo ante los ojos de una sociedad indiferente y a su vez negligente. Para nosotros, los dolientes de la temprana partida de un activista y amigo, este es un momento para valorar lo que en muy poco tiempo alcanzó en vida, y que ahora se convierte en el poder silencioso que respalda y respaldará por siempre nuestras acciones, que como él mismo definía “son noticias positivas de la juventud, para un mejor país”. Ánimo y fortaleza, el Creador de las Montañas que visitamos en esta expedición, ya tiene a Juanito soñando desde una mejor existencia…

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La Expedición...
Arrinconados montaña arriba en alturas extremas, muchos pobladores de nuestros páramos apenas pueden ganarse la vida trabajando la tierra mientras sus hijos sueñan con asistir a la escuela, sin embargo, su esfuerzo y voluntad no siempre es suficiente. Si hay “platica” las papelerías quedan a kilómetros de distancia, si hay “profe, cuadernos y colores” asisten a clase con mucha alegría –aunque algunos incluso tengan que caminar dos horas soportando las condiciones de un clima extremadamente frío– no obstante, el sueño por ir a estudiar, sin importar el largo y pantanoso camino de vuelta, sigue en pie.

UNA AVENTURA EN LO MÁS ALTO DE LOS ANDES COLOMBIANOS QUE BUSCA DIBUJAR ALGUNAS SONRISAS…

Inicia la temporada escolar y muchos padres dejan a un lado sus actividades para conseguir los implementos de una larga lista de útiles escolares exigidos en escuelas y colegios. Los niños y jóvenes que tienen la posibilidad de estudiar se preparan para volver a madrugar. En los páramos de Colombia se viven historias similares, sin embargo, aún siguen siendo desconocidas e ignoradas por una patria ajena a sus raíces. Para los habitantes de estas zonas, donde se produce el agua que consumimos en las grandes ciudades, el hecho de tomar un camino pantanoso, largo y culebrero todos los días, que lleva a la única escuela a kilómetros de ahí, se convierte en una aventura cotidiana en la que se aprende a enfrentar, respetar y en la mayoría de los casos amar con gran pasión. Pequeños pero valiosos testimonios de arrojo y tenacidad, cuando de ir a clase se trata, se encuentran archivados en los recuerdos, el corazón y la cotidianidad de familias campesinas en los páramos, donde es casi imposible acceder a servicios básicos como salud y educación.

Desde hace varios años un grupo de montañistas de la Fundación EcoAndes se dedicó a crear una red de apoyo que tiene como objetivo ayudar a estas comunidades. Entre sus planes se encuentran una serie de expediciones deportivas en las que el trabajo social con los campesinos de las zonas que visitan es su prioridad. Una de ellas es la Expedición Color Páramo, que tiene como objetivo llevar dotación de uniformes en materiales térmicos, impermeables, útiles y materiales didácticos. Esta aventura busca que artistas y personalidades nacionales se sumen a la causa y brinden talleres de pintura o dibujo, para de esta forma hacer del regreso a la escuela toda una fiesta.

Para realizar algunas de estas expediciones es necesario dedicar tiempo, conocimiento y esfuerzo a la planeación que puede durar un par de meses. Así lo exige el reto. Pasar por alto el más mínimo detalle puede convertir la expedición en un intento fallido. El reto logístico es colosal. Hay que convocar a comunidades que en su mayoría no cuentan con sistemas de comunicación, y a su vez, persuadir a amigos, conocidos y desconocidos para que donen un kit escolar o algo de dinero para contratar el transporte apto para la ocasión –camionetas 4x4 para superar los primeros tramos de la ruta y mulas de carga para más de tres días de travesía–.

Radicados en Bogotá, pero con alma, cuerpo y corazón puestos en los páramos, Juan Arenas (QEPD) –editor de la Revista Blog.com- y José Iván Cano –director de la fundación-, hace unos meses se reunieron con el objetivo de planear alguna estrategia para reunir los útiles escolares que tanto necesitan los niños ubicados en el rabillo del ojo nacional. Lamentablemente, mientras José y un equipo de colaboradores estaban en las montañas de la cordillera central concluyendo la expedición que hacen todos los años en el mes de diciembre para repartir regalos a los niños del páramo, el equipo se entera de la trágica noticia. Juan Arenas había muerto después de un asalto en la zona norte de Bogotá. Después del duelo y como reconocimiento a su labor, su creatividad y compromiso, se toma lo que Juan alcanzó a dejar como aporte a la campaña de inicio de clases. Una ilustración que había desarrollado tiempo atrás, se convirtió en la imagen de esta campaña.

Superando la adversidad, y con las mismas ganas de un gran ser humano como lo fue Juan, Patrick del Castillo y la persona que este año tendrá la inmensa responsabilidad, y al mismo tiempo el gran honor, de captar en imágenes y colores el pensamiento de los niños, la artista plástica Patricia Ortega, se unieron al equipo de trabajo y asumieron este gran reto después de preguntar los detalles de las jornadas en las que se internarán durante varios días en las montañas. A ellos se suma en la ciudad de Manizales, Lina Navarrete, quien es la encargada de coordinar las ayudas en el Eje Cafetero. También la pareja de suizos Elodie Glauser y Michel Daucher, quienes conocieron de esta labor y que se decidieron a participar. ¡Ahora sí! el equipo está completo y listo para emprender esta travesía. Los esperan mínimo dos días de carreteras rurales en regular estado y cuatro largas caminatas en las que cruzaran por nevados, valles y lagunas de nuestros páramos.


Inicia la aventura...

La primera jornada se lleva a cabo en la Escuela de Aspar, ubicada a 3600 msnm. Para llegar se toma una carretera rural destapada que conduce de Manizales (Caldas) a Murillo (Tolima). Son las 8 a.m., una a una las sombras de los niños van apareciendo entre la niebla, es una mañana fría, como muchas en esta región. Se escuchan los primeros “muy buenos días”. Los estudiantes son recibidos con gran cariño por la Profe Xiomara. Se preparan a dejar plasmados sus sueños en un papel con la naturalidad y libertad expresada y exteriorizada por una gran artista. Así transcurre la mañana, la creatividad y el color, surgen como un arcoíris en medio de la densa capa de bruma que cubre el lugar. Posteriormente, este primer grupo de estudiantes recibe juguetes didácticos, morrales cargados de colores, plastilina y útiles que les ayudarán a desarrollar sus actividades escolares.

Un poco después del medio día, los niños montan sus corotos al hombro e inician el regreso a casa en pequeños saltos. Sus pequeñas siluetas de nuevo se internan en la niebla, esta vez, con una sonrisa y una historia por contar en medio de la cena familiar. ¡Misión cumplida!

El grupo de expedicionarios se adentra un poco más en la montaña. A pesar de los buenos equipos y de contar con el apoyo de la Unidad Administrativa del Parque para quedarse a pasar la noche en una de las cabañas, el frío es inclemente, los cambios en la presión atmosférica hacen que el organismo reaccione a las condiciones extremas, el rigor de la altura se hace sentir en el grupo.

Muy temprano en la mañana se alistan los equipos para salir al sector de Potosí, después de un largo trayecto en vehículo 4x4 por una carretera que se convierte en algunos tramos en una trocha. Llegan al sector y se dan cuenta que no se han iniciado labores escolares por no contar suficientes estudiantes inscritos. Los campesinos de la zona no se encuentran en la finca aledaña, así que con un poco de resignación se dejan guardados los útiles escolares en una cabaña cercana a cargo de funcionarios guarda parques.



El frío es menor que en la noche anterior pero la altura afecta la salud de algunos expedicionarios. La noche es larga y el amanecer es extenuante.Sostienen un poco más de siete horas de caminata en alturas que superan los 4100 msnm, bajas temperaturas, llovizna helada y vientos fuertes, pero eso sí, se toman unos minutos para disfrutar de una powerbar criolla -bocadillo veleño- y contemplan la Laguna del Otún con las cascadas que la alimentan, la montaña nevada, las zonas de árboles enanos y frailejones florecidos en el Bosque de El Edén, una vista incomparable atiborrada de riqueza natural. El sol empieza a caer en el horizonte. Emparamados, con hambre y sed, la pregunta recurrente es ¿cuánto tiempo falta para llegar? típico de los suizos, puntuales como un reloj, y por supuesto, para una gran pregunta, una gran respuesta colombiana: “frescos que ya vamos a llegar”.


Ya es casi de noche, y al fondo entre las montañas un chorrito de humo marca el punto donde está la casa de los campesinos en la que pasarán la noche, un rancho cercano a la escuela que se encuentra clavado en la inmensidad de estas tierras. El humo es un buen presagio, agua de panela caliente, caldo de papa, patacón y trucha frita alrededor del fogón de leña en compañía de gente amable y de buenos recuerdos. Una relación de amistad aguerrida al pasar los ya más de siete años de esta labor. Las botas y la ropa a secar, los pies a desentumir, aprovechando el calorcito, y a dormir –tendidos en el suelo de tablas duras pues no hay colchones ni la comodidad de las cabañas­–.

En la mañana del día siguiente hace sol, un día de verano en medio de una semana que ha sido de invierno. La cita en la Escuela Mixta Rural El Bosque es antes del medio día. Se rumora que hay preparado algo especial por los campesinos de la zona. A lo lejos, pero muy lejos, aparece entre las montañas una mula con una carga de leña seca. Luego por el camino pantanoso se ve pasar un señor con yuca y papa en un costal, lo sigue una señora con una bolsa de verduras y legumbres, otro señor con una costilla de ternera colgando de una cabuya y un niño con dos gallinas –vivitas y cacaraqueando– en un talego.


Inicia el encuentro en la Escuela, comienzan a llegar los niños y con ellos sus familias. Hoy es un día especial. Algunos vienen de lejos, con más de dos horas de camino a caballo e incluso más de cuatro a pie. La comunidad ha organizado un sancocho, así son recibidos estos expedicionarios, con la generosidad de quienes no son muy visitados y ayudados. Los niños reciben su taller de dibujo y plastilina mientras las señoras se encargan de pelar yucas, papas, despescuezar las gallinas y calentar el agua para desplumarlas. En tanto, Michel, que es un aficionado al fútbol, hace una convocatoria en francés a un partidito. Hay que ayudarle para que los campeches entiendan de que se trata tanto balbuceo, pero eso sí, arranca el juego y llega el instante más esperado del encuentro que en francés o en español se grita igual ¡GOL! Como es de esperarse, en canchas a más de 3900 msnm, con equipos de cinco jugadores y un arquero que puede salir a jugar, y reemplazando los guayos con taches, por botas pantaneras, el grito se escucha más de diecisiete veces. Ahora Michel entiende por qué en Colombia se grita ¡GOOOOOOOOOL! ¡hijuemadre, Golazo!

Termina el partido y gana el equipo Suizo Colombiano sobre el equipo de la Vereda El Bosque. Está listo el Sancocho, todos a comer. A Elodie le hacen el honor de darle la “guevera”, las caras de esa mujer no son fáciles de describir. Con mucha risa y respeto se intenta explicar a lo que ella misma describió como “comerse los óvulos de la gallinita que media hora antes había visto cacareando contenta”. No hay tiempo para la siesta, se entregan los morrales con los útiles escolares, ya son casi las 4:00 pm y hay que tomar camino antes de que oscurezca.


La noche los alcanza en un Sector llamado El Jordán, en la cuenca alta del Río Otún, un lugar majestuoso donde el arriero de la expedición, Andrés Machete –un jovencito beneficiado por estas expediciones desde hace algunos años y que ahora es todo un señor madurado rápidamente por el trabajo duro y los rigores del clima– tiene un ranchito. No se puede pedir más: colchones, cobijas, tinto caliente y una noche de estrellas en medio de las montañas con caídas de agua imponentes que brillan con la luz de la luna.

Inicia un nuevo día, después de haber dejado atrás el páramo, los expedicionarios se preparan para internarse en los bosques de niebla, afortunadamente la noche fue cómoda y el clima es favorable. Se emprende el camino de regreso a la ciudad, algo tristes, pero cargados de imágenes imborrables que quedarán grabadas en la memoria de cada uno de los integrantes de un grupo que encontró en los páramos colombianos, la mejor razón para vivir.



PARA QUIENES QUIERAN UNIRSE…

La Fundación EcoAndes Aventura por Naturaleza es la encargada de esta labor, para mayor información puedes visitar la página web http://www.ecoandes.org/

Esta propuesta de participación va dirigida a las personas que decidieron hacer algo por sus tierras, por su país, por ese espíritu de patria que ha marcado una nueva cultura por experimentar una forma ser dignos y de sentirse realmente COLOMBIANOS.

La dignidad no se encuentra en ningún lugar, y sin embargo, está en todos los lugares al mismo tiempo, ni fuera, ni dentro, solamente en el hecho de "ser, haciendo".

Gracias a quienes apoyaron en esta temporada… nos volveremos a encontrar.